jueves, 11 de febrero de 2010

Aunque nunca pudiste oirnos

Había un cuento para ti en aquel cielo que íbamos a ir a explorar desde una pequeña colina, una historia con cada constelación y un deseo por cada perseida que tus ojos vieran caer. Había una sillita en mi coche azul y un abrazo entre mis brazos para cada llanto, habían mil canciones y lecciones de guitarra, había música y locura, había estupidez transitoria, historias sobre plantas, infusiones para tu dolor de barriga y un montón de hechizos y amuletos mágicos. Había amor por cada instante desde el momento en que te vimos aparecer de forma débil aquella noche. Pero no llegaste y el cuento desapareció del cielo, ya no hay colinas, ni constelaciones ni perseidas, ni sillita en mi coche ni abrazos entre mis brazos, ni locura, ni plantas ni magia… y aun con todo, a pesar de lo poco que fuiste, por lo mucho que significaste, tuyas serán para siempre algunas piedras de sal y parte de mi amor que, de repente se había quedado sin dueño… estés donde estés te quiero pequeño.

1 comentarios:

Lorena dijo...

Gracias por esta entrada... aunque esté en la biblioteca a punto de ponerme a llorar, cuando llegue a casa lo leeré más detenidamente, pero me ha gustado mucho. Luego comentaré con más tiempo...